Dentro de la iniciativa cultural en la que colaboran el Ateneo del Almagro y el Museo del Teatro de Almagro, y a su vez dentro de un ciclo musical que empezó el mes pasado, se ha ofrecido este sábado un maridaje.
La propuesta pretende activar, jugar, potenciar los sentidos. Se hace reparar al espectador en sus propios sentidos, para pasar de ver a mirar, de oír a escuchar, de deglutir a gustar. Maridar música con vino o viceversa exige una nueva posición del espectador. Los hermanos Candelas López-Villalta, no se han conformado con que vino y música estuvieran juntos, algo que ya habría sido una suerte de maridaje, sino que los han revuelto, los han mezclado, de manera que cuando en otro momento habría venido el queso, aquí ha llegado Albéniz.
Se cataron cuatro vinos y cuatro músicas. Para el primer vino, un blanco repleto de juventud, María de West Side Story, música que encarna un amor juvenil, tan juvenil que casi parece que Tony se enamorase del nombre; el segundo otro blanco sin abandonar la juventud, tiene una dulzura que no es lo primero que sale, sino a lo que se llega tras una elaboración, casó perfectamente con Satie y la dulce sin caer en ñoñería melodía de su primera Gimnopedia; el tercer vino fue un tinto de esos que son jóvenes pero no pueden esconder su madurez, algo que cabe perfectamente para Tango, la habanera de Albéniz, ese niño que pronto fue adulto; y el cuarto, otro tinto con más cuerpo y complejidad de sabores, fue maridado con la compleja Asturias, también de Albéniz, difícil de interpretar al piano y fácil de disfrutar para el espectador.
Varios asistentes compartieron el comentario de uno de ellos “es un tipo de maridaje al que no estamos acostumbrados, pero al que nos gustaría acostumbrarnos”.