Francisco Manuel López explicó cómo evolucionó la música orquestal en España en el último tercio del siglo XIX gracias a la influencia de las sinfonías de Beethoven
Beethoven y el éxito de sus sinfonías en España protagonizaron la conferencia telemática celebrada por el Ateneo de Almagro este miércoles, organizada por la sección de Música y contando como ponente invitado con el almagreño Francisco Manuel López, doctor por la Universidad de Castilla-La Mancha, investigador del Centro de Investigación y Documentación Musical (CIDoM), y profesor asociado en el Grado de Musicología de la Universidad Internacional de Valencia.
Francisco Manuel ilustró a los ateneístas con una amena ponencia que consiguió explicar cómo evolucionó la cultura musical en nuestro país en el último tercio del siglo XIX y comienzos del XX, fraguándose los primeros triunfos de los conjuntos instrumentales ligados a la interpretación de las sinfonías de Bheetoven, que fueron ofrecidas completas hasta en 250 ocasiones entre los años 1866 y 1903.
Previamente puso en contexto cómo era la situación de la música en España a mediados del siglo XIX, cuando dominaba la ópera italiana y la música de cámara se ofrecía en círculos generalmente de ámbito privado, siendo la música sinfónica casi desconocida dado que se ofrecía excepcionalmente ligada a las representaciones operísticas o a la música catedralicia. Aunque el primer testimonio data de 1846, no es hasta dos décadas después cuando se interpreta por primera vez en España una sinfonía de Beethoven completa. Fue la Séptima, en un concierto dirigido por Barbieri de la mano de la Sociedad de Conciertos de Madrid.
El profesor almagreño explicó los motivos por los que este acontecimiento llegó tan tarde a nuestro país, recordando que la música clásica o «sabia» era rechazada por una gran parte de la sociedad de la época, aunque sí valorada por algunos entendidos y en determinados círculos aristocráticos. Sin embargo se produce un cambio de mentalidad gracias a Barbieri, quien organizó una serie de conciertos sacros en 1859 con obras orquestales de grandes compositores, abriendo la puerta a un concierto que supuso un punto de inflexión: el ofrecido por Monasterio en 1864. En esta ocasión Monasterio programó el movimiento «andante con moto» de la Quinta Sinfonía y el «allegretto scherzando» de la Octava Sinfonía, que terminarían por convertirse en los movimientos favoritos de los directores españoles en las siguientes décadas. Este concierto favoreció que comenzara a elevarse el nivel cultural de España, ya que las obras tuvieron una gran acogida, equiparándose así al resto de naciones desarrolladas.
Francisco Manuel López evidenció, con una serie de gráficos compartidos con todos los seguidores de la ponencia, cómo evolucionó el repertorio sinfónico y cuáles fueron las predilectas de público y directores, mostrando igualmente los porcentajes de los movimientos sueltos más interpretados. Paralelamente puso en contexto la evolución del público, hasta el punto de llegar a organizarse en el Ateneo de Madrid en 1889 una serie de conferencias-concierto centradas en Beethoven.
Hubo espacio para narrar el acontecimiento que supuso el estreno de la Novena en 1882 de la mano de Mariano Vázquez, explicando también cómo fueron las diferentes etapas de la Sociedad de Conciertos de Madrid en función de quién la dirigió, dedicando unos minutos igualmente a la llegada de este tipo de obras a ciudades como Barcelona, Granada, La Coruña, Burgos, Vitoria o Valladolid entre otras, popularizándose definitivamente por toda la geografía nacional. De esta manera Beethoven consiguió el justo premio de ser considerado como un verdadero genio y visionario para siempre.
Alfonso Candelas, coordinador de la sección de Música del Ateneo de Almagro, fue el encargado de presentar al ponente y abrir el turno de preguntas entre los asistentes al término de la conferencia, agradeciendo al invitado su generosidad una vez más para con el Ateneo. Francisco Manuel López agradeció la invitación, asegurando que era un placer volver a compartir sus conocimientos con los ateneístas, esperando «que no sea la última».