La actriz que encarna a Semíramis en “La hija del aire” de la Compañía Nacional impactó por la belleza y profundidad de sus mensajes en el Ateneo de Almagro

El Ateneo de Almagro celebró este sábado la tercera y última cita de sus “Versos libres a plena Luz”, un ciclo de debate organizado como colaboración activa de esta asociación cultural dentro del 42 Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro por el que ya habían pasado los actores Joaquín Notario y Deborah Domínguez los sábados anteriores. Pero el cierre no pudo ser más bonito y enriquecedor. La joven actriz Marta Poveda se sometió al cuestionario de Luz Palacio y de los ateneístas que llenaban el Palacio de los Medrano demostrando una brillantez mental, humana y profesional absolutamente extraordinarias, fuera de lo común.

Tras pasar brevemente por su infancia compartiendo algunos recuerdos de su vida “con mucho campo” en Ávila o de sus viajes alrededor de la Península gracias a que su padre era marino de profesión, comenzó a abrirse en canal sin aparente vértigo y con evidente generosidad, para hablar de teatro, sobre todo y fundamentalmente de teatro. Pero ocurrió que hablando de teatro, habló de muchas cosas más. Hablo de la vida, de cómo la vive y cómo la ve: “No podría vivir sin hacer teatro. Tiene mucho que ver con una cosa animal y espiritual, el teatro conecta con las emociones más profundas. Es el intercambio con el público, el ritual… El teatro es el rock and roll, es lo más sanguíneo”, aseguraba Marta.

Dedicó buena parte de este cálido y cercano encuentro al montaje con el triunfa, y de qué manera, estos días en Almagro. Encarnar a Semíramis, la hija del aire que pensó Calderón, “me está partiendo en dos, es un personaje brutal, uno de los más complejos de la historia del teatro”. A preguntas y halagos de los presentes, muchos de ellos espectadores de la función, se sinceró al expresar que “mi obligación es amar esta versión de Benjamín Prado, pero hubo un momento en que la odié. Para mí ha sido más difícil hacer Benjamín que Calderón”, explicaba la actriz reflexionando sin pudor y con mucho respeto sobre su forma de entender los textos clásicos: “Los clásicos son una manera de afrontar la vida, de ver la vida”, aseguró, sentenciando que “tu obligación es respetar la propuesta del director atacando al espíritu del autor”.

Hubo espacio para un puñado de bellísimas reflexiones dedicadas a “mis cuatro puntos cardinales”. Esa fue la expresión literal con la que definió a los cuatro directores bajo cuyas órdenes ha experimentado un crecimiento vital y profesional especial. José Sanchís Sinisterra, de quien dijo que “fue mi padre teatral, él hace química, es un científico del teatro”; Helena Pimenta, quien la llamó para encarnar a Rosaura en “La vida es sueño” sin experiencia en clásico; Gerardo Vera, y por último Mario Gas, “con quien he flipado, es la música y la palabra para mover el alma”. Del mismo modo habló de muchos compañeros sobre las tablas, como Juan Echanove, Nuria Gallardo o Fernando Gil, deteniéndose en la figura de Joaquín Notario, asegurando que “no podría vivir sin él, es el alma de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde hace años”.

Begoña Llamazares, parte fundamental en la organización de este ciclo, intervino desde el público para abrir una puerta a Marta Poveda que pusiera en valor su forma de entender el compromiso teatral, renunciando a posiciones cómodas cuando sus principios se han visto quebrantados: “Necesito que el teatro de viva desde la ética. Yo no puedo soportar las faltas de respeto en una compañía, el teatro no puede convertirse en un cortijo”, expresó con sinceridad la invitada, quien impactó a todos por la belleza y profundidad de sus mensajes, por la sonoridad poética con la que enamoró en cada una de sus reflexiones, y por la claridad, sinceridad y generosidad con que compartió esta enriquecedora experiencia.

Luz Palacio, admirada por el nivel cultural y el compromiso ético demostrado por su compañera, la invitó a hablar de su madre. Ahí Marta Poveda se emocionó, y todos con ella. José Antonio Prieto, presidente del Ateneo, se mostró tremendamente orgulloso de los momentos que ha regalado este ciclo, calificando este cierre como el mejor posible, verdaderamente extraordinario, agradeciendo a Marta su presencia. Ella dijo que “es una manera muy bonita de acompañar al Festival y de apostar por la cultura. La cultura se nos va y es precioso no permitir que se nos vaya”.

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